«Hay que denunciar porque si no, el agresor es el que gana»
25 noviembre, 2015El 25 de noviembre es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. A lo largo de la jornada y en los días anteriores y posteriores los medios de comunicación y la sociedad en general se vuelcan por erradicar esta lacra que nos ha dejado 48 asesinadas en lo que llevamos de año, según los datos del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. Pero detrás de estos datos hay mucho más. Hay vidas, hay historias que no salen en los medios. Hay víctimas que no aparecen en las estadísticas. Las desigualdades son una constante cotidiana en la vida de las mujeres. Pero, ¿qué pasa si a este problema se le suman otros como tener una discapacidad? La doble discriminación que sufren las mujeres con discapacidad suele quedar relegada a un segundo plano. Por ello, desde Unesco Etxea hemos querido conocer la realidad de este colectivo y mostrar las barreras a las que se tienen que enfrentar cuando una mujer con discapacidad sufre violencia de género.
Mª Carmen Azkona, representante de la Comisión de Mujer por la Igualdad de la asociación Fekoor (Federación Coordinadora de Personas con Discapacidad Física y/o Orgánica de Bizkaia) y vicepresidenta de ADISA (Asociación de Discapacitados/as de Santurtzi) nos cuentan cómo trabajan para derribar esta doble discriminación y que las mujeres sean atendidas como se merecen.
- ¿Cuáles son los principales retos a los que se enfrentan las mujeres con discapacidad?
Desde el 2002 estamos luchando para visibilizar la situación de las mujeres en todos los ámbitos, pero especialmente la de las mujeres que tienen discapacidad física u orgánica. Se habla de la discapacidad en muchos aspectos, pero no se suele tratar la doble discriminación con la que tienen que lidiar.
El principal problema al que se enfrentan las mujeres con discapacidad es esta doble discriminación. Por ser mujeres y por tener discapacidad. A las personas con estas características se les añaden en su día a día muchas trabas e impedimentos, pero en el caso de las mujeres se multiplican. Por ejemplo, cuando se ven envueltas por una situación de violencia, no se las tiene en cuenta y en muchos casos se pone en duda su testimonio. Esto es porque ni siquiera se plantea que las mujeres puedan estar sometidas a una violencia de género. Sin embargo, está constatado que en Europa el 80% de las mujeres con discapacidad sufre o ha sufrido violencia de género. Cuando han dado el paso de denunciar y son atendidas, se encuentran con barreras arquitectónicas y de tipo social. Los vehículos no están adaptados y tampoco lo están los pisos de acogida. Si tienen problemas con el habla, como puede ser la tasia por la que les cuesta vocalizar, o si se comunican a través de lenguaje de signos, no hay personas formadas para atenderlas. A causa de todos estos impedimentos, es una tarea muy ardua para ellas librarse de su agresor. Además, hay que tener presente el problema de la credibilidad. En la mayor parte de los casos no se cree que un cuidador o cuidadora sea el agresor y desgraciadamente suele ser así.
- ¿Contempla la Ley de Violencia de Género casos como éstos?
La ley de Violencia de Género reconoce que se ha producido una situación violenta cuando la agresión ha sido realizada por la pareja o ex pareja, pero no contempla otro tipo de agresiones como pueden ser las que suceden en instituciones, hospitales, residencias o cuidadores personales. Estamos luchando para que el término de agresor se aumente, no solo contemple a la pareja, sino también a otro tipo de personas que están conviviendo con la víctima y que son los agresores.
- ¿Qué soluciones se aportan desde Fekoor?
Desde Fekoor les ayudamos a través de diferentes vías. En primer lugar ponemos a disposición de las mujeres unos teléfonos que pertenecen a un programa convenido con la Diputación Foral de Bizkaia, Tartekari Sarea. Se trata de una red de agentes de apoyo social. Son tres mujeres en tres teléfonos, que no dejan rastro en la factura telefónica, y que han sido formadas específicamente para esta misión. Cada uno de los teléfonos cubre una parte de Bizkaia. En estas líneas se les aconseja y escucha. Una vez que se tiene constancia de la situación, se las deriva al recurso más adecuado. Por otro lado, tenemos los programas de apoyo de Fekoor. Una trabajadora social o una psicóloga reciben el caso, lo analizan y entonces se pone en marcha el protocolo creado junto al Ayuntamiento de Bilbao. En el caso de que no resida en la Villa, se pone en conocimiento de las instituciones pertinentes. Otra de las vías es llamar directamente a la técnica de igualdad de nuestra asociación, Izaskun Jiménez. De nuevo, en función de donde viva la persona que necesita ayuda se derivará al municipio que corresponda.
Lo que nosotras y nosotros hacemos principalmente es informar de los recursos disponibles, ponerles en contacto con los servicios más adecuados y canalizar la denuncia. Durante todo el proceso hacemos un seguimiento de la evolución del caso y comprobamos cómo ha sido solucionado.
Por otra parte, hacemos campañas de sensibilización y prevención. Editamos materiales informativos, asesoramos y damos formación a las instituciones públicas en la mejora de la atención y en materia de Violencia para que sea inclusiva y en igualdad de oportunidades. Este último punto es muy importante para que se conciencie de la gravedad del problema. De hecho, uno de nuestros grandes logros ha sido conseguir un convenio con Emakunde.
Hemos ido a bastantes asociaciones de mujeres y a instituciones para sensibilizar y hacer ver que muchas veces la violencia contra las mujeres con discapacidad se realiza a través de acciones tan sutiles que pasan desapercibidas. Para una mujer con discapacidad la violencia de género es no tomarla en cuenta, es abandonar sus cuidados o no satisfacer sus necesidades. Son personas que necesitan la ayuda de sus cuidadores y cuando éste se la niega, está atentando contra su dignidad. Es muy difícil que la mujer maltratada pueda llegar a denunciar porque el agresor puede privarle de cualquier comunicación. Por ejemplo, le quita el teléfono o cualquier otro medio para comunicarse y así no tiene forma de pedir ayuda y está claro que para ella es complicado defenderse.
Una forma de violencia que no está contemplada dentro de la definición de violencia de género es la omisión de atención, que se da muy a menudo. El agresor aprovecha que necesita de él para satisfacer determinadas necesidades, como ayudarla a limpiarse o incluso darle de comer, para dejarla en un estado de abandono y atenderla solo cuando él quiera. Hay casos en los que se ha encontrado a mujeres en estados deplorables porque el agresor le ha castigado de esta manera. A esto se le suma que este tipo de maltrato no es fácilmente detectable. Tampoco hay que obviar el trato que se les da a estas personas en los centros sanitarios o durante las tareas de cuidados, ya que se les trata de forma brusca. Al no tener sensibilidad en algunos miembros o en algunos casos en el cuerpo entero, se piensa que no hay que asistirles con cuidado. Esta violencia se camufla amparada en su discapacidad. Esto en parte es debido al pensamiento que a veces se tiene de «hacerles el favor» al cuidarlas, lo que hace que las mujeres se sientan culpables y no vean que no es ningún favor, que es un maltrato. Por ello, muchas mujeres discapacitadas no son conscientes de que son víctimas de violencia de género y no lo denuncian. Les acarrea una baja autoestima y las probabilidades de salir de esa situación disminuyen. De hecho, denuncias de mujeres maltratadas hay muy pocas. Desde que se ha puesto en marcha el programa de Tartekari Sarea, no han llamado muchas mujeres. Sin embargo somos conscientes de que las hay .
- Fekoor creó junto al Ayuntamiento de Bilbao un protocolo de actuación para estos casos, ¿es efectivo?
En cuanto al protocolo que tenemos acordado con el Ayuntamiento de Bilbao, está dando buenos resultados porque se ha hecho un gran esfuerzo para formar a las trabajadoras y los trabajadores en esta materia. Las mujeres con discapacidad obtienen la misma atención que cualquier otra mujer, pero adaptada a sus necesidades específicas. Hay pisos de acogida adaptados, los medios de transporte también lo están y los agentes sociales han sido formados para entender sus necesidades. En ese sentido sí que esta funcionando. Si en algún momento hay una denuncia de mujer maltratada con discapacidad, se activa el protocolo establecido automáticamente. Es el más avanzado en Bizkaia. En otros lugares no hay infraestructuras adaptadas y las mujeres tienen que ir a residencias de la tercera edad. Es uno de los hándicaps que tenemos que superar. Todos los casos han sido correctamente atendidos. Pero sí que nos hemos dado cuenta de la importancia de una buena formación y sensibilización sobre la Violencia de Género en mujeres con discapacidad.
Por ello, a través de Emakunde se convocó a todas las asociaciones, ayuntamientos, sistema sanitario, áreas de igualdad y otras entidades que tratan con mujeres que han sufrido Violencia de Género para darles unas sesiones formativas. Ahora ya tienen las pautas para actuar correctamente y no podemos permitir fallos, porque no se puede actuar de igual manera con una mujer con discapacidad que con una que no la tiene.
Lograr que una mujer con discapacidad denuncie es una tarea enorme. Si encima no se le atiende bien a esta mujer que ya se siente desmotivada, su situación se agrava. Hay que ofrecerles soluciones porque si no su única salida es volver con el agresor o que algún miembro familiar o amiga/o cercano la acoja.
- ¿Cómo se consiguen todos estos retos?
Visibilizando. Es necesario visibilizarlo. Hay que formar e informar sobre este tema para que salga hacia adelante. Hemos conseguido solo un granito, pero vamos avanzando. Que personas a nivel particular o asociativo se acerquen a Fekoor para recibir información es un gran paso. Salir en los medios de comunicación, que se visibilicen a las mujeres no solo asesinadas, sino también las que están sufriendo y las que han superado esa situación de violencia. Que se mencionen las diferentes situaciones a las que se enfrentan y la variedad de casos que hay. Todo lo que se hable y se denuncie es una buena manera de atacar el problema. Las mujeres con discapacidad tienen ahora unos recursos que hace cinco años no tenían, y eso también es muy positivo y hay que destacarlo. Todo lo que no se denuncie no se sabe, y el que gana al final es el maltratador. Por ello, hay que denunciar y denunciar. Hay que sacarlo para que se vea la magnitud del problema.
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