Mujeres refugiadas | Women refugees

Según a la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), alrededor del 50% de las personas refugiadas son mujeres y niñas, lo que significa que hay 10,65 millones de las que 1 de cada 5 han sufrido abuso sexual. Las mujeres refugiadas sufren éste y otros tipos de violencia en los países de los que huyen y en los campos de refugiados.

La violencia contra las mujeres es utilizada como arma de guerra, ya que a ojos de los soldados, los ataques hacia las mujeres de una comunidad desmoraliza a la población. Las niñas en la región de Darfur en Sudán, por ejemplo, fueron víctimas de violaciones con 7 u 8 años porque cuanto menor sean las víctimas más repercusión tienen los ataques. En países como Timor Oriental, Kosovo,y Ruanda, diez mil chicas han sufrido repetidos abusos sexuales y se han quedado embarazadas, lo que implica un gran estigma para ellas.

En estas comunidades, el denominado “Crimen de Honor” aumenta debido a las guerras. El “Crimen de Honor” se lleva a cabo cuando una mujer de la familia ha perdido su “virtud” por una violación o por una relación no aprobada. Es asesinada o repudiada por sus familiares para restaurar el honor familiar. Los abusos que se comenten contra ellas  no se denuncian para esconder lo sucedido.

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Estos abusos son cometidos por parte de guerrilleros e incluso pacificadores de la ONU. La secretaria de la ONU ha recibido 105 alegaciones en países como Timor Oriental, Nepal, Chad, y Bosnia, y 45% de las alegaciones incluyen sexo con menores, y un 15% abusos sexuales a mujeres.

Las mujeres refugiadas temen a los traficantes ya que tratan de forzarlas y les ofrecen prostituirse a cambio de una rebaja en los precios del viaje. Según Amnistía Internacional las mujeres refugiadas se sienten víctimas porque estos traficantes se aprovechan de su situación desesperada. Los traficantes ofrecen a las mujeres refugiadas sirias acceso a los botes a cambio de sexo, la preocupación va en aumento porque el 34% de las personas que llegaron a Europa por mar en Octubre 2015 fueron mujeres y niños.

Aparte de la explotación sexual de los traficantes, las  mujeres refugiadas tienen el riesgo de ser violadas durante el viaje de transición. Según a Vincent Cochetel, el director del departamento de ACNUR en Europa, muchas mujeres refugiadas se casaron para sentirse protegidas, y comenzaron a tomar anticonceptivos por el miedo a las violaciones.

Cuando las mujeres llegan a los campos de refugiados, la violencia continúa.  Los campos están mal iluminados y corren el riesgo de ser asaltadas. Además, los servicios higiénicos son comunes y no se pueden cerrar con llave. El miedo de asalto y acoso no termina aquí. En los campos de refugiados la comida se cocina con fuego, pero la leña no es accesible para los refugiados.

Recolectar la leña es considerado una tarea de las mujeres lo que en los campos de refugiados, es un riesgo más para ellas. A veces, las mujeres viajan 10 kilómetros cuando hay muy poca leña, lo que supone que sufran deshidratación. Durante estos viajes, se enfrentan a situaciones de acoso y asaltos. En Darfur, por ejemplo, es común que vayan acompañadas por militares o personal de seguridad para sentirse protegidas. Los acosadores no son castigados por los delitos cometidos.

Las mujeres refugiadas de África se enfrentan a otras violencias como la Mutilación Genital Femenina (MGF), también conocida como la circuncisión de las mujeres. La Mutilación Genital Femenina consiste en extraer quirúrgicamente una parte, o todo el clítoris y otras partes de los genitales para que no sientan placer durante las relaciones sexuales. La mayoría de las operaciones se hacen sin analgésicos porque el dolor es una parte del ritual. Pero esta operación tiene muchos riesgos para las mujeres ya que pueden sufrir hemorragias, infección, sexo doloroso, tétanos, etc. Aunque la MGF se ha criminalizado internacionalmente por la ONU, se sigue practicando todavía en muchos campos de refugiados ya que es considerada como una protección para la fidelidad y virginidad de las mujeres, además de mejorar la conveniencia en el matrimonio. No es una elección de las mujeres ya que a veces son obligadas o lo hacen para evitar los riesgos de desprecio y rechazo en el entorno familiar. En muchos campos refugiados donde sigue ocurriendo la ONU provee recursos educativos sobre los efectos dañinos que tiene sobre la vida de estas mujeres. En algunos casos estos recursos han sido efectivos y el número de mutilaciones se ha reducido.

En la mayoría de los campos la falta de educación es otro problema, especialmente para las mujeres. Solamente el 6% de estudiantes refugiados continúan con sus estudios de secundaria y la asistencia de las mujeres es la más baja. Por ejemplo, en Kenia, solamente el 18% de las mujeres refugiadas continúan la escuela secundaria. Dejan de acudir a clase por el peligro que les supone el camino hasta el colegio y el riesgo de ir, ya que la mayoría de los profesores son hombres y a veces, ellos les piden favores sexuales a cambio de las notas y materiales escolares básicos.

Cuando las mujeres refugiadas se hacen mayores, las razones por las que dejan de ir al colegio son otras, por ejemplo la menstruación ya que no tienen posibilidad de ir al baño. Alrededor de 30 países Africanos han documentado que la mayoría de las escuelas no tienen facilidades para ellas. En las zonas conflictos en mundo, se estima que alrededor de 10 millones chicas no están en escuela.

Para disminuir el número de agresiones, la ACNUR ha creado una estrategia llamada Edad, Género, y Diversidad. Cada año, grupos de trabajadores van a los campos de refugiados y escuchan a los que solicitan asilo político y buscan soluciones. A través de las tasaciones, la ACNUR identifica las injusticias y los problemas de protección que sufren las mujeres. Esta estrategia promueve el empoderamiento de las mujeres y se aseguran de que participen en la planificación, implementación, y evaluación en los campos.

Además, la ACNUR ha creado guías para la prevención y respuestas a la violencia de género. Ofrecen consejos funcionales y dirigen actividades diariamente con el objetivo de reducir los riesgos.

Mientras la ACNUR empieza hacer algo sobre la violencia de género, se necesita más acción por parte de las organizaciónes y la ciudadanía para mejorar el futuro de las mujeres refugiadas. Cada persona merece una oportunidad para sentirse segura y una educación.

Lydia Castillo

Women refugees

According to the UN Refugee Agency, around 50% of refugees are women and girls, which means that there are around 10,65 million women and children who classify as refugees within the world.

Among these numbers, 1 in 5 refugees or displaced women have experienced sexual violence. Women refugees experience this and other kinds of gender-based violence within the countries they flee from and the refugee camps they seek sanctuary in.

Gender-based violence occurs in countries sometimes as a strategic device in war. In the eyes of soldiers, attacking females among a community demoralizes an entire population. These soldiers set out to attack women and young girls, sometimes younger “the better”.  Girls in the Darfur region of Sudan, for example, are as young as 7 or 8 when they become victims. In countries like East Timor, Kosovo, and Rwanda, tens of thousands of girls have suffered from trauma due to being repeatedly raped and forcibly impregnated by soldiers.

Within these communities, “Honor Killings” increase dramatically due to wartime. “Honor Killings” is when a family kills sisters or daughters who have lost their “virtue” through rape or consensual, non-approved relationships. They are killed in order to regain the family’s honor, however, for those who are not killed, families will usually not report the sexual assault to authorities or seek medical attention for injuries from the assault.

Even UN peacekeepers who set out to help refugees and globally displaced women and girls have been found guilty of abusing them. A UN Secretariat received 105 allegations from countries like East Timor, Nepal, Chad, and Bosnia, where 45% of the allegations had to do with sex with minors, and 15% of sexual assault among women.

Women refugees must also worry about smugglers in between borders. Many smugglers try to coerce refugees to have sex with them in exchange for shorter waiting times or a lower price for crossing. According to Amnesty, refugee women feel victimized by these smugglers when they are in desperate situations. With Syrian refugees, many smugglers offer access to boats in exchange for sex, and there is international concern for this since 34% of people who arrived to Europe by sea in October 2015 were women and children.

Besides exploitation from smugglers, women refugees face the risk of rape along the journey to salvation. According to Vincent Cochetel, the director of UNHCR’s bureau for Europe, many marry out of desperation for protection and others start contraceptives out of fear of being raped.

When female refugees finally reach refugee camps, gender-based violence still continues. Many camps are poorly lit and young girls and women are at risk of assault at night. Despite requirements for separate, marked, and lockable toilets, this is not always enforced. This violation raises the risk of sexual assault for females and many choose to eat and drink less to prevent attacks.

The fear of assault and harassment does not end there. In refugee camps, the food given out usually requires to be cooked with a fire, however, firewood is not often available to refugees. Collecting firewood is considered a women’s job in refugee camps that are within developing countries, and women are at further risk during these times. Some women travel as far as six miles when firewood becomes scarce, and then face dehydration. During these long trips, female refugees also face harassment and assault. In Darfur, for example, it is common for women to be targeted by military and security officials who know these women will not have protection. It is rare for perpetrators to be persecuted and the risks never end.

For refugee women within Africa, sometimes they face gender-based violence like Female Genital Mutilation (FGM), also known as female circumcision. Female Genital Mutilation is when a women goes through an operation that removes part of, or all of a woman’s clitoris and other parts of genitalia that are believed to cause pleasure during intercourse. Most operations are done without painkillers because pain is a part of the ritual. Some risks of FGM are: hemorrhaging, infection, painful sex, tetanus, etc. Although FGM has been criminalized internationally by the UN, FGM is still practiced in many African refugee camps. People see the operation as insurance for a woman’s fidelity and virginity, as well as enhancing the desirability of a girl for marriage. Many young girls and women do not have a say if they receive this operation and many adhere just to avoid the risk of scorn and rejection from others. In many refugee camps where FGM occurs, the UN provides education about the harmful effects. In the UN and other international humanitarian agencies, refugees can become peer educators and discourage other refugees to practice FGM. So far, Ethiopia and refugee camps within the country has been successful with lowering the numbers of FGM cases.

In most refugee camps, lack of education is another issue, especially for young girls. Only 6% of refugee students continue to secondary school and girls’ enrollment remains even lower. In Kenya, only 18% of refugee girls continue to secondary school. Refugee girls are less likely to go to school due to many safety issues. Most of the schools available to refugees are outside of the camps and girls are vulnerable to sexual harassment during the long walks to/from school. Also, refugee girls are at risk of sexual harassment within the school. Most teachers are male and ask for sexual favors in exchange for grades and basic school items.

As refugee girls grow older, they stop attending school for other reasons. When young girls start their menstrual period, they drop out of school due to poor facilities. Around 30 African countries have documented that most schools do not have private toilet facilities and most girls will not attend since they do not have a way to take care of their personal hygiene. Among the world’s conflict zones, it is estimated that around 10 million girls are not in school.

In order to lower the rate of gender-based violence, the UNHCR has created the Age, Gender and Diversity (AGD) strategy. Every year, groups go to refugee camps and listen to refugees/asylum seekers about problems within the camp and possible solutions. Through these annual participatory assessments, the UNHCR aims to identify gender inequalities and protection gaps of female refugees. This strategy also promotes women empowerment and ensures that they can participate in the planning, implementation, monitoring and evaluation of the problems within the camp.

In addition to this, the UNHCR has developed a set of guidelines for the prevention and response to gender-based violence (SGBV). They offer practical advice to refugee camps on how to create strategies and carry out daily activities that lower risks for female refugees.

While the UNHCR is starting to take action against gender-based violence, more action must be taken in the future for refugee woman and young girls. Every person deserves a chance for safe living quarters and an education without restraint. With more focus on women refugees, their risks of assault and harassment can be lowered.

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