Mujeres como moneda de cambio

Objetos y moneda de cambio eso es en lo que se convierten las mujeres refugiadas cuando deciden emprender un viaje que cambiará sus vidas para siempre.

Las mujeres refugiadas que viajan solas o con son sus hijos e hijas son las personas más vulnerables según afirma Amnistía Internacional, que tras realizar una encuesta ha constatado que «todas las encuestadas dijeron haberse sentido amenazadas e inseguras durante el viaje, mientras denunciaban que, en casi todos los países por los que habían pasado, los traficantes, el personal de seguridad u otros refugiados las habían sometido a malos tratos físicos y explotación económica, las habían manoseado o las habían presionado para que tuvieran relaciones sexuales con ellos».

En este artículo publicado en El País, podemos leer historias realmente estremecedoras. Mujeres que dan a luz a sus hijos y a las horas deben embarcar para llegar a una tierra que desconocen y cuando echan un vistazo a su bebé recién nacido ven que el viaje ha sido lo único que conocerán. Mujeres que se ven obligadas a entregar sus cuerpos a cambio de promesas que ni siquiera saben si verán cumplidas. Mujeres que dejan de comer y beber en los campos de refugiados porque temen ser violandas cuando vayan al baño. Cientos de historias personales que conviven y se mezclan mientras la vida pasa y sus protagonistas la sienten incierta.

“Una mujer iraquí de 22 años recalcó que, cuando estaba en Alemania, un guardia de seguridad uniformado le había ofrecido ropa a cambio de «estar a solas con él”.

“Los traficantes de personas eligen a las mujeres que viajan solas sabiendo que son más vulnerables e intentan coaccionarlas para que tengan relaciones sexuales con ellos cuando no tienen recursos económicos para pagar su viaje”, añade el informe.

En los medios de comunicación la palabra refugiado se utiliza para todas aquellas personas que se han visto obligadas a abandonar sus países en busca de una oportunidad para vivir. Esta palabra empeñada en ser neutra esconde a las refugiadas y niñas que, aunque los medios se empeñen en incluirlas, no se las puede contemplar bajo el mismo paragüas porque ellas viven una realidad diferente. Se sienten inseguras, amenazadas y obligadas a hacer cosas que no quieren.

«Desgraciadamente el cuerpo de las mujeres es utilizado tanto en las guerras como en las posguerras como arma de guerra, y así lo recogió tras muchas luchas la resolución 1325 de Naciones Unidas, la cual aboga por la adopción de una perspectiva de género que incluye las necesidades especiales de las mujeres y las niñas durante la repatriación y reasentamiento, la rehabilitación, la reintegración y la reconstrucción post-conflicto»

«Desde que comenzó el conflicto sirio hemos visto cómo a través de redes sociales se podían comprar refugiadas, bien para tenerlas de esclavas sexuales o para casarse con ellas, aunque la mayoría de enlaces se siguen realizando a través de intermediarios sobre el terreno. «La forma más común para contactar es a través de gente local» explica la periodista Ana María Luca»,

Ante estos hechos deberíamos recordar el mandato de Naciones Unidas a ACNUR, agencia de la ONU para los refugiados: “La misión principal del ACNUR es garantizar los derechos y el bienestar de los refugiados. Hacer lo posible para asegurarse de que cada uno de ellos pueda ejercer el derecho a solicitar asilo, encontrar un refugio seguro en otro país y regresar voluntariamente a su país de origen”.

Sin la evidencia de los datos, no hay vergüenza ni temor. Y por eso debemos visibilizar la situación en la que se encuentran las mujeres y niñas refugiadas.

María Torre
Baños portátiles instalados en un área destinada a acomodar a refugiados en Berlín
Baños portátiles instalados en un área destinada a acomodar a refugiados en Berlín

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