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“Hay que trabajar con las personas y no para ellas” Nabil Sayed-Ahmad, psiquiatra.

¿Te has planteado alguna vez cómo se sienten las personas que se han visto obligadas a abandonar sus hogares? ¿Has pensado cómo te sentirías tú al dejar atrás tu vida y tener que construir una nueva en otro lugar? A veces, para comprender a otras personas es necesario ponernos en su lugar. Cambiar la mirada y ver la vida desde otros ojos y al mismo tiempo ver con qué ojos nos miran a nosotros y nosotras. La vida es un largo camino en el que cada paso es un aprendizaje. A veces las rutas nos llevan por parajes desconocidos a los que nos tenemos que adaptar y con los que tenemos que entablar nuevas relaciones. El pasado de las personas es una mochila pegada a nuestras espaldas de la que no nos podemos desprender. Hay que aprender a vivir con ella e ir añadiéndole las nuevas experiencias.

Hemos hablado con Nabil Sayed-Ahmad Beirutí, psiquiatra experto en migraciones. Sayed-Ahmad Beirutí nació en Siria y vive en España desde hace más de 40 años. Ha vivido en su piel lo que es cambiar de lugar de residencia y acoger una nueva cultura y forma de vivir. Ha trabajado en la Unidad de Salud Mental Comunitaria de Roquetas de Mar, perteneciente a la Unidad de Gestión Clínica de Salud Mental del Hospital Torrecárdenas de Almería y del Servicio Andaluz de Salud de la Consejería de Salud de Andalucía. Asimismo, ha sido coordinador de equipos de Salud Mental y de Unidad de Hospitalización de Salud Mental. Y, además, es miembro de la Asociación Andaluza de Profesionales de Salud Mental- AEN (Asociación Española de Neuropsiquiatría), y formó parte de la coordinación de la sección «Inmigración y Cultura en Salud Mental», ahora desaparecida. Nos habla desde la experiencia y la profesionalidad para ayudarnos a comprender mejor las realidades que viven las personas migrantes.

  • Lo primero que nos gustaría que nos aclarase es, ¿qué es el duelo de la emigración?

La vida humana es un conjunto de procesos de duelos, ya que el desarrollo y el crecimiento del sujeto no están exentos de elecciones y renuncias, y por tanto de frustraciones, esto es algo inherente al proceso de socialización y la adquisición de una cultura determinada.

El duelo, por tanto, se puede entender como un conjunto de procesos psicosociales y culturales, por la pérdida de un ser querido, un objeto o una abstracción (como la patria, paisajes, vivencias, etc.), a los cuales el sujeto estaba vinculado afectivamente, esta pérdida pone en marcha un proceso de reorganización interna, o sea del mundo interno del sujeto y una adaptación a la nueva realidad.

En otras palabras, el proceso del duelo comienza con la pérdida y termina con la aceptación de la misma y la reorganización del mundo interno y la adaptación a la nueva realidad; el duelo es una realidad individual y colectiva, social y cultural.

La emigración, como todo cambio social y personal, tiene su parte de duelo. Dicho duelo se explica por la pérdida múltiple y masiva de vínculos, por el dolor y la frustración de expectativas, que se producen por el hecho de trasladarse desde un sitio con vínculos afectivos a otro nuevo, al que tiene que adaptarse y desarrollar nuevos vínculos.

  • Cada proceso es diferente, porque cada persona somos diferentes y tenemos una ruta vital pero, a grandes rasgos, ¿qué es lo que caracteriza el proceso adaptativo de las personas migrantes?

La emigración, es un fenómeno complejo y multifacético, abarca factores macroestructurales, es decir económicos, políticos, conflictos bélicos, la globalización, la influencia de los medios de comunicación, etc.; y microestructurales, como la presión de la familia (economía familiar precaria) y la existencia de las redes sociofamiliares en el país destino de la emigración.

Emigrar es un acto que afecta profundamente al individuo, a la familia, al entorno y a las sociedades emisoras y receptoras de una manera mutuamente determinante. Implica dejar un “modelo de vida” y de identidad para incorporar otro “nuevo”. Es, también, una oportunidad por el intercambio de valores culturales, el conocimiento de costumbres y hábitos, la pérdida del miedo a lo desconocido y al otro; que posibilita el conocimiento recíproco y facilita la aceptación y el respeto a la diferencia y la diversidad.

La adaptación-inclusión es la capacidad que tiene el ser humano para acomodarse, aclimatarse e integrarse en su entorno físico y cultural que está en continuo cambio, que a lo largo de su historia ha tenido que afrontar y superar, entre estos cambios está el fenómeno migratorio. Es un proceso dinámico y bilateral, implica por igual a la población inmigrante y a la sociedad receptora, con progresos y retrocesos, pérdidas y ganancias.

  • ¿Qué marca las diferencias en los procesos de adaptación de las personas?

En general, hay muchos factores comunes en el proceso de adaptación-inclusión, pero también hay que tener en cuenta los factores individuales, sobre todo las capacidades resilientes del sujeto y su grado de autonomía, que son a su vez resultado de sus experiencias vitales y de la calidad de los vínculos que había tenido a lo largo de su vida. Sin embargo, no podemos olvidar los aspectos sociales y culturales y su influencia en este proceso, sobre todo el grado de acogida y de solidaridad que la sociedad receptora le puede brindar al sujeto emigrante, y por tanto los nuevos vínculos afectivos, y también las actitudes si son de aceptación y de acogida o si son de rechazo y hostigamiento.

Así también, existe una relación estrecha entre el proyecto migratorio, el grado de consecución de los objetivos, es decir, a mayor éxito en la consecución de los objetivos del proyecto migratorio, mejor elaboración del duelo migratorio y por consiguiente mejor adaptación e inclusión a la nueva situación, y viceversa.

Debo destacar que el proceso de adaptación-inclusión es bilateral (bidireccional), depende de la interacción entre las personas migrantes y la sociedad receptora, en el sentido de que tanto las personas como la sociedad tienen que realizar un proceso de cambio y de adaptación, ambos deben querer adaptarse a la nueva realidad y aceptar la existencia del otro, desde la perspectiva de la complementariedad y no el antagonismo, con respeto y aceptación mutuas.

Por último, y desde el punto de vista culturalista, podrían existir diferencias en el proceso de adaptación-inclusión entre las distintas culturas, en relación a la cercanía o lejanía entre la cultura de origen y la de acogida, es decir la distancia entre las culturas o el espacio intercultural compartido, en el sentido de que a mayor o menor espacio intercultural compartido, menor o mayor es el esfuerzo que se tiene que realizar por parte de la población inmigrante y la sociedad de acogida. Por tanto, el proceso de adaptación no es el mismo si se pertenece a una sociedad con valores culturales semejantes o cercanos a los de la sociedad receptora, o tener el mismo idioma o si pertenece a otra muy diferente (sudamericanos, europeo, o norteafricanos).

  • Siguiendo en la línea de que cada caso es diferente, ¿el proceso adaptativo también es diferente según el género? ¿y según la edad?

Cómo decía antes, la adaptación-inclusión, es un proceso heterogéneo. Por tanto, depende de las diferencias culturales, lingüísticas, religiosas, de género, de edad, de factores económicos, etc.

Respecto al género, la adaptación y la salud mental de las mujeres inmigrantes no sólo depende de sus factores individuales de personalidad y de las diferencias culturales, sino de las condiciones de trabajo, del grado de apoyo social y de la posibilidad de poder conciliar sus papeles de madres y trabajadoras. Pueden padecer más que los hombres situaciones de estrés y dificultades psicológicas, no por ser más débiles o tener menos recursos personales, sino por la posibilidad de sufrir situaciones sociales, económicas y laborales por su condición de mujer; como por ejemplo tener menos recursos económicos y por consiguiente menor autonomía y mayor dependencia del hombre; por sufrir mayor explotación laboral y aislamiento social, peor o pobre aprendizaje del idioma, porque el trabajo en su mayoría es menos cualificado y doméstico. Otros factores estresores podrían ser, el esfuerzo que tiene que realizar por tener que combinar su trabajo fuera de casa con las tareas domésticas y el cuidado de los hijos, el riesgo de ser acosada y explotada sexualmente, y también la soledad ante potenciales situaciones de malos tratos por carecer del adecuado soporte sociofamiliar.

En lo referente a la edad, también hay diferencias, en el sentido de que no es lo mismo emigrar siendo adulto, anciano, adolescente o niño. Todo lo que hasta ahora he referido, en general me estaba refiriendo a las personas adultas.

Los ancianos, emigran generalmente por reagrupación familiar, por tanto carecen de proyecto migratorio, con pocas expectativas de futuro debido a que el tiempo vivido es mayor del que queda por vivir, la dificultad en el aprendizaje del idioma, el aislamiento social. Hechos, entre otros, dificultan enormemente su adaptación, con el riesgo de padecer importantes cuadros depresivos.

Por lo que se refiere a los niños y adolescentes, su proceso migratorio, en general, carece de proyecto migratorio, ya que también emigran por decisión de su familia. Es especialmente delicada la situación de los adolescentes por encontrarse inmersos en el proceso de metamorfosis que supone el cambio de niño a adulto, y porque viven doble crisis de identidad, la propia de cualquier adolescente y la derivada de los conflictos en la adaptación-inclusión debido al desarraigo y rechazo por su situación social de inmigrante o hijo de inmigrantes. Es decir se encuentran en el cruce de dos edades y de dos culturas. Los adolescentes, inicialmente, presentan mayores dificultades que los niños en su proceso de adaptación-inclusión, debido a que su proceso de socialización se interrumpe bruscamente, la ausencia de pandilla, y que el aprendizaje de nuevas estructuras culturales resulta dificultoso por la pérdida de la plasticidad infantil.

Otro asunto es la situación de los Menores Extranjeros No Acompañados, presentan otra problemática y hay diferencias en su proceso de adaptación, emigran con un proyecto y solos, muchas veces consensuado con su propia familia, en otras procedentes de los “niños de la calle”.

  • ¿Qué es lo que más dificulta la adaptación de las personas que se ven obligadas a migrar?

Podemos diferenciar dos conjuntos de factores, los individuales, en el sentido de que cuando una persona inmigrada logra adaptarse a su nueva situación muestra, generalmente, sentimientos y vivencias ambivalentes por el hecho de hallarse entre dos culturas, dos países, dos lealtades, etc., que podrían producir crisis de identidad que genera ansiedad y confusión, actitudes de miedo, y retraimiento social. En el caso de los niños y adolescentes, estas vivencias son más intensas, debido entre otras cosas a la ausencia de una identidad de base fuerte.

También hay que tener en cuanta los factores socioculturales: Las posibles actitudes de rechazo, de hostigamiento y estigmatización por parte de la sociedad de asentamiento y las dificultades de promoción cultural, educativa, social y laboral, todos ellos son factores que podrían entorpecer el proceso de adaptación-inclusión, y conducir hacia la exclusión social.

En el caso de los hijos, el hecho de referirse a ellos como “segunda generación”, agrava su sentimiento de no ser aceptados por la sociedad, y les estigmatiza más aún, y sobre todo motiva importante crisis de identidad, y genera sentimientos de rabia, y de frustración, al no sentirse aceptados por la sociedad que ellos inicialmente se sentían parte de la misma. Porque ellos o son primera generación de emigrantes, por emigrar con sus padres, o no son inmigrantes, ya que viven en el país donde nacieron, los migrantes son sus padres o abuelos, no ellos.

  • ¿Cuáles son sus principales preocupaciones una vez que se establecen en un lugar nuevo?

Como es lógico y de esperar, las principales preocupaciones de las personas migrantes, son de índole económico y social, es decir, encontrar un trabajo y una vivienda dignos. Sentirse aceptado por la sociedad receptora, o al menos no sufrir rechazo y hostigamiento, por esto procuran no “meterse en problemas”. Pero la preocupación mayor, es la situación administrativa, el tener sus papeles en regla, porque esto es la llave para poder buscar trabajo, encontrar vivienda, tener acceso a los servicios sociosanitarios, y también a la posibilidad de la reagrupación familiar, y si está con su familia y si tiene hijos el acceso a la educación de los mismo.

  • ¿Qué factores favorecen la inclusión de las personas migrantes?

Algunos de estos factores son, entre otros que he mencionado anteriormente, tener una situación administrativa regular, vivir en familia, en una vivienda digna, la cercanía cultural a la cultura de la sociedad receptora, la posibilidad de realizar actividades lúdicas e interculturales, la participación en la vida social y política en el municipio donde residen.

Así también, por parte de la sociedad receptora, destacar la importancia de las actitudes de solidaridad proactiva, de acogida, de apoyo y de los de vínculos afectivos, que ayuden a las personas migrantes a desarrollar sus capacidades resilientes y de autonomía. Hay que evitar las actitudes de compasión y de sobreprotección, ya que estas no ayudan al desarrollo de la autonomía ni a la capacidad de resiliencia.

  • ¿Qué impacto tiene la migración sobre su salud mental?

Hay que tener en cuenta que el proceso migratorio en sí no es causante de enfermedades mentales. Es una oportunidad, como he dicho al principio de la entrevista, oportunidad de mejora las expectativas de vida, de conocer otras culturas. Es una experiencia muy enriquecedora a nivel personal y cultural si sale bien.

No obstante, podemos considerar a este proceso como una serie de acontecimientos vitales estresantes, generador de ansiedad, y por tanto como un factor de riesgo para la salud mental, debido a que es un proceso de efectos acumulativos, no muy ruidoso y que de forma paulatina puede mermar las capacidades de afrontamiento y la autonomía de las personas.

Dicho esto, el posible impacto sobre la salud mental, puede ser a causa, de la situación de vulnerabilidad en la que las personas se pueden encontrar, debido a los estresores (sobre todo si estos son múltiples, duraderos e intensos), como por ejemplo la situación administrativa irregular, el sufrir acoso y hostigamiento, la falta de trabajo y de vivienda dignos, el aislamiento social, la violencia, etc. También la frustración del proyecto migratorio, que motiva un duelo migratorio mal elaborado y por consiguiente no superado que puede devenir en cuadros ansioso-depresivos.

  • Entiendo que ellos y ellas sienten que deben mantener su identidad y su arraigo cultural, pero a la vez se sienten “obligados/as” a adaptarse a la cultura a la que llegan y esto puede generar un conflicto interno. Tal vez, motivado por nuestro desconocimiento o intolerancia. ¿Cómo se trabaja, o se debe trabajar, psicológicamente con las personas procedentes de culturas muy diferentes?

Las personas viven entre dos culturas y dos realidades, la suya y la de la nueva sociedad. Este conflicto, tiene lugar en dos niveles: entre el sujeto y la sociedad, es un conflicto entre normas, costumbres e identidades ya formadas, hecho que puede dificultar la adaptación.  Pero a mi modo de ver el conflicto más importante es el que se desarrolla en el interior del sujeto, es esta vivencia de tener que elegir entre una de las dos identidades y dos culturas, que genera ansiedad e inestabilidad emocional, es esta sensación de estar inmerso en dos corrientes que van en direcciones opuestas.

Lo que se puede hacer desde la sociedad, es evitar la exigencia de que se deben integrar ellos solos, cuando este proceso es bilateral, como he dicho al principio. Evitar el modelo de la asimilación cultural, el modelo francés, que lo único que podría lograr es aumentar el conflicto interno, y el resultado más probable es el rechazo mutuo, porque las personas no pueden despojarse de todo lo vivido, renegar de sí mismos; las personas no son un saco, un recipiente que se puede vaciar y rellenar según se antoja. También hay que tener en cuenta que el modelo del multiculturalismo, es dañino y no ayuda a superar el conflicto interno ni el externo, ya que es un modelo que no busca la inclusión, sino la coexistencia a lo sumo. Ambos modelos resultan ineficaces en resolver ambos conflictos el externo y el interno, y como resultado produce la marginación, la exclusión, vivir en guetos, la conflictividad social, y por último ausencia del bienestar y posibles trastornos mentales.

La solución, a mi modo de ver, es la adopción del modelo intercultural, ya que es un modelo que trata a ambas culturas en pie de igualdad, busca el encuentro y los aspectos comunes entre las dos culturas, sin menoscabo de ninguna de ellas, potenciando la convivencia y el intercambio construyendo puentes de comunicación. Hay que tener presente que las personas no son impermeables, sino que somos porosos, por tanto el intercambio y el mestizaje son inevitables. Con estas premisas podemos ayudar a las personas inmigrantes a superar su conflicto interno y externo, creando vínculos positivos, mostrando actitudes de aceptación y de respeto. Trabajar con ellos estas vivencias ambivalentes, ayudándoles a aceptar sus contradicciones, dejando paso al mestizaje, sin la renuncia total, y que lo vivan como un proceso natural,  ya que la evolución normal incluso en la misma cultura es una historia de cambios, de decisiones y de renuncias. De esta manera les ayudamos en su proceso de empoderamiento y de fortalecer sus capacidades resilientes.

  • ¿Qué podemos y debemos hacer la ciudadanía para que las personas que llegan a nuestros países se sientan acogidas?

Es sencillo, mostrar actitud solidaria, de comprensión de sus dificultades, de aceptación y respeto a las diferencias, aprender a vivir en la diversidad y apreciar el valor positivo de la misma. En definitiva, construir puentes de intercambio y de comunicación, destruir los muros que puedan surgir en el proceso de adaptación-inclusión.

Admitir que las culturas tienen el mismo valor en el intercambio, que la adaptación-inclusión es bilateral y por tanto es cosa entre dos.

Desarrollar actividades lúdicas, deportivas, culturales, donde la población inmigrante se sienta respetada y, sobre todo, que sea participante en las mismas, tanto en su organización como en su desarrollo. Evitar actitudes de rechazo, de acoso, de hostigamiento, también las de sobreprotección y de compasión. Facilitar el acceso al trabajo, a la vivienda, a los servicios de salud, a los servicios sociales, a la educación, respetando su humanidad y su dignidad.  Dando trato de igualdad y con equidad y de ciudadanos con derechos y deberes.

Para terminar, quisiera destacar que todo esto se debe realizar desde la perspectiva de que hay que trabajar con las personas y no para ellas, es decir deben ser partícipes activos en todas las actividades que se lleven a cabo.

María Torre
Nabil Sayed-Ahmad
Nabil Sayed-Ahmad Beirutí, psiquiatra experto en migraciones

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