Pequeños grandes olvidados

Desde que hace un lustro arrancara la guerra civil en Siria, el país de Oriente Próximo se ha convertido en la principal fuente de personas refugiadas de la actualidad. Más de cuatro millones de personas han abandonado el país huyendo de la violencia del Gobierno de Bashar Al Assad, los rebeldes y el Estado Islámico. Aunque las cifras no son exactas (la ONU dejó de contabilizar en 2014) se estima que el conflicto ha acabado con la vida de 314.000 personas, incluyendo 16.000 niños y niñas. Más de 4 millones de personas han tenido que abandonar el país, buscando refugio tanto en países de su entorno como en Europa y Norteamérica. En una población tan joven como la siria, la crisis humanitaria se ha cebado especialmente con la infancia. Alrededor de la mitad de las personas refugiadas sirias son niños y niñas.

Sin embargo, aunque Siria sigue siendo central tanto en la política internacional como en los medios de comunicación (mientras se escriben estas líneas la posibilidad de una evacuación de Alepo ocupa portadas en todo el mundo), los niños y niñas refugiados sirios son otros de los grandes olvidados del conflicto, no recibiendo toda la atención que merecen. Y eso que están sufriendo las terribles consecuencias de la crisis humanitaria y que son uno de los grupos más vulnerables.

En Turquía, donde viven casi 3 millones de personas refugiadas sirias, miles de niños y niñas trabajan en talleres clandestinos, un trabajo que es vital para el sustento de sus familias. Muchos otros siguen atrapados en mitad del conflicto y no han conocido otra cosa en sus vidas que la cruenta guerra civil que asola su país. En los últimos meses ha estado muy presente en los medios la cuenta de Twitter de Bana Alabed, una supuesta niña de siete años de Alepo. Con la ayuda de su madre, narra, siempre en inglés, la complicada la situación que se vive en la ciudad. Su presencia se ha convertido en algo habitual en los medios occidentales. Hubo otro tiempo en la que una fotografía desgarradora de un niño sirio ahogado de una playa turca despertó las conciencias en occidente en torno al sufrimiento de los niños y niñas refugiados. La imagen de Aylan Kurdi se convirtió en un símbolo, en una llamada a la acción y defensa de los derechos de las personas refugiadas. Sin embargo, un año después de esa llamada, la situación de las personas refugiadas, de los niños y niñas, no ha mejorado sino empeorado.

Es importante poner el foco en los niños y niñas refugiados, más allá de estos símbolos. La población infantil refugiada está en una situación muy complicada y necesita ayuda. Son vulnerables y están expuestos a muchos tipos de violencia. El hecho de que muchos hayan sido capaces de abandonar el conflicto armado que asola su país no significa que sus problemas se hayan solucionado. Afrontan otros nuevos, y esa debería ser suficiente llamada a la acción.

Beñat Gutiérrez
Las siguientes imágenes pertenecen a la exposición Un día tuvimos que huir organizada por ACNUR en la que los niños refugiados expresaron sus sentimientos a través de dibujo.

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