Trump cumple su palabra y la toma con las refugiadas
2 febrero, 2017Y por desgracia cumplió su palabra. El magnate sorpresivamente convertido en presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, ya había dejado caer durante la larguísima campaña electoral que restringiría la entrada de personas refugiadas a territorio estadounidense. En su momento, se entendieron sus palabras como una artimaña electoralista y populista para arrancar votos apelando a las más bajas pasiones del electorado más radical. Esto, unido a que Trump no era conocido por cumplir con su palabra, hacía pensar que todo quedaría en el plano retórico. Pero finalmente han sucedido dos cosas que no estaban en el guión. Trump se ha convertido en el 45º Presidente de Estados Unidos y, de forma contraria a lo que acostumbra la clase política, ha decidido cumplir con su programa electoral.
El nuevo presidente está tratando de moldear su país y la cuestión migratoria se ha convertido en una prioridad. Y no solo en lo que se refiere a su propuesta “estrella”, la construcción de un muro en la frontera entre México y Estados Unidos para evitar que lleguen inmigrantes “ilegales”. Trump ha firmado una orden ejecutiva que limita la llegada de personas migrantes a Estados Unidos, afectando de diferente manera a los distintos colectivos. Las personas solicitantes de refugio no salen bien paradas. Trump ha paralizado el programa de acogida de refugiados durante los próximos cuatro meses. Durante este periodo la nueva administración estadounidense tiene la intención de revisar los criterios para aceptar refugiados. Todo apunta a que los criterios se revisarán con el objetivo de hacer mucho más complicada la entrada de personas solicitantes de refugio en Estados Unidos. De hecho, la orden ejecutiva firmada por el presidente Trump prevé reducir en más de la mitad el número de refugiadas que aceptará el gigante estadounidense. La orden, eso sí, establece una excepción para personas que estén sufriendo persecución religiosa, siempre y cuando su religión sea minoritaria en su país de origen.
Religión, esa es una de las palabras clave para entender la nueva política migratoria estadounidense en la era Trump. Durante la campaña, Trump sugirió que prohibiría la entrada de musulmanes a Estados Unidos. Apelando al miedo al terrorismo islamista, Trump proponía vetar la entrada de personas de esta religión por motivos de “seguridad”. Su ocurrencia desató una enorme polémica y fue considerada por muchos observadores de inconstitucional. De aquellos polvos estos lodos y la idea de Trump ha terminado por cristalizar en una prohibición para los próximos 90 días de la entrada en territorio estadounidense de ciudadanas de los siguientes países: Irán, Irak, Siria, Yemen, Somalia, Sudán y Libia. Todos ellos países mayoritariamente musulmanes. Desde el ejecutivo niegan que se trate de un veto hacia los musulmanes, dicen que tiene que ver con “el peligro” y no con la religión. Sin embargo, el ex-alcalde de Nueva York Rudy Giuliani reconoció en una entrevista que Trump le había preguntado cómo hacer legal su veto a los musulmanes. Al igual que con el veto a los refugiados, la administración aprovechará estos 90 días para revisar los criterios de acceso para personas que provienen de estos países vetados. El endurecimiento de los criterios parece inevitable.
Estas medidas han creado indignación tanto en Estados Unidos como más allá de sus fronteras. Importantes aeropuertos estadounidenses se vieron sumidos en el caos debido a la restricción. La ambigüedad de la redacción de la orden ejecutiva ha dificultado su aplicación. Hasta tal punto que tuvo que ser el Gobierno Británico quién aclarase aspectos controvertidos de la norma. Además en los aledaños de muchos aeropuertos se congregaron manifestantes contrarios al veto de Trump. El presidente se ha negado a reconocer la influencia de sus medidas en el caos de los aeropuertos, culpando a los manifestantes y a un fallo informático de la compañía Delta.
El veto migratorio también se ha encontrado con la oposición de grandes compañías estadounidenses. Más allá de los motivos que les lleven a oponerse (para algunas de estas empresas los inmigrantes suponen mano de obra barata, para otras, principalmente de la banca y las tecnológicas buscan a los inmigrantes más talentosos y preparados) su oposición llega de un mundo que Trump conoce y respeta, el de la empresa, el del dinero. Por ello, estas protestas empresariales podrían ser más efectivas que las ciudadanas, puesto que la administración Trump está plagada de empresarios y no hay razón para pensar que no vaya a gobernar para este colectivo. Starbucks ha ido más allá de la mera protesta y ha anunciado un plan para contratar a 10.000 refugiados en los próximos 10 años. La medida ha despertado la ira de la derecha americana, que ha llamado al boicot a Starbucks. Sirva esto como ejemplo de la polarización imperante en la sociedad americana y del retroceso que se está viviendo en la defensa de los derechos de las personas refugiadas.
En cuanto a la respuesta internacional, Canadá es quien con más contundencia se ha expresado. El primer ministro Justin Trudeau hizo la siguiente declaración a través de las redes sociales: “A aquellos que escapan de la persecución, el terror y la guerra, Canadá siempre os acogerá independientemente de vuestra fe. La diversidad es nuestra fuerza”. Sin embargo, son muchos los ciudadanos canadienses que se están movilizando para que estas palabras de su primer ministro se conviertan en un plan concreto de acogida de refugiados.
Beñat Gutiérrez
1 Comentario
[…] La pasada semana explicábamos la respuesta de algunas empresas estadounidenses ante el veto migratorio que planteaba el presidente Trump. Entre ellas estaba Starbucks, que había anunciado su intención de contratar refugiados para sus tiendas de todo el mundo. Esta semana sus establecimientos en Madrid han sufrido una acción del grupo neonazi Hogar Social Madrid, que han colocado pancartas racistas criticando la decisión de la cafetería estadounidense. […]